De semana yeta a epifánica

En el vuelo infinito a lo inalcanzable, la realidad te agarra los pies y se encarga de ponértelos en la tierra de la forma menos sutil posible. “Hey, loco, esto es…esto es…ESTO ES…” Y punto. Y no hay más. “Llora, patalea, y que te duela, pero así es no más”.
En lo que podría llamar “la semana más yeta de mi vida”, la maldita realidad me pegó un cachuchazo de aquellos. De esos que no te dejan moretones ni nada. De esos que no te dejaron rasmillón alguno. De esos que te dejan marcas que no se ven. Porque si hay que reconocer algo, es que los golpes fuertes de la muy maldita, son los que la gente no puede mirar.

------)Primero fueron los míseros bichos propios de la estación. Maldito resfrío. Nadie los llama y llegan a la fiesta como si nada. Pero hay que decir que los hijos de la gran p… por lo menos no llegan con las manos vacías. Ahhhh noooo!!! Llegan con la tendalá de congestión, mocos, bajoneos y demases. Malditos. Mal endémico del mundo. Detestables.
Ahí ya la cosa partió mal.
-------)Después, fue Papi Ricky. Tele de mierda!!! ¡¿Cómo es posible que un control remoto se desconfigure sin dejarme ver el único momento del distensión del día?! Mi canal 13. Papi Ricky!!! Cómo te eché de menos Papi!!! Maldición. Todo mal.
En acto seguido, supe que la solución a ello, era ver la clave en Internet. Viento!! Alivio!!! Voy altiro!! Pero. Pero, ¿qué pasa? ¿Qué pasa con Internet? NOOOOO!!!! Estaba cortado. Cagaste te mandó saludos. Hasta ahí nomás llegamos.
------) A esta tercera desgracia, se sumó una malavenida caña de un panorama fortuito de día lunes. Muy buena charla eso sí. Hay que decirlo. Más el pisco sour me pasó la cuenta. ¿Cómo decirle a Miss Raquel Correa que no fui a su clase por caña? Imposible…Dolor de cabeza, nariz tapada, y angustia. Pésimo todo hasta ahí.
------)En lo que podría llamar como la cuarta escena de una mala semana, está la recepción de mi auto. Auto…el tema del auto. Mi carma del año. El hueveo que más malos ratos me ha hecho pasar. La lata eterna de la tramitación de un país repleto de indios huevones sin ganas de hacer nada por una pendeja mongólica “hija de papá” (yeah right), como yo. Filo. La cosa es que Lady Diana estaba lista para salir de la clínica. Al fin!!!. Tanto que la echaba de menos. Me tuvieron más de dos horas esperándola. Fue larguísma la espera. Mucho tiempo libre. Mucho ejercicio mental que podría ser realizado en esos minutos. Cosa que ya no estaba dispuesta a hacer. No quería más penas ni angustias.
Firmé. La tomé. Me fui. Fin de una historia que tanto me turbó.

Lady Diana también marcó una historia de mi vida. Una etapa que nació gracias a ella, y que se murió el día después en que la recuperé. Que desilusión que te traen las circunstancias cuando los supuestos se te caen al suelo. ¿Qué hice mal? ¿Por qué me siento tan como la mierda? ¿Por qué me duele pensar? Puta que mierda. Mierda. Mierda. Mierda.
Me hiere, me hace pensar, pero bueno. La misma maldita realidad que te pega, tampoco es tan mala porque después de sacarte la cresta, te dice “Ya amiga, párate y déjate de hueviar”. Y así es como va a ser. No queda más que ver qué hay para la universidad y renovar aires.
No me quejo. La renovación fue a full. Lunes, miércoles, jueves, viernes y sábado. Piola. Lugares nuevos, gente nueva, (Un techo me sorprendió…jajja). Nada es tan malo. Nada es tan gratuito. Nada es tan fortuito tampoco. Las cosas que tienen que ser, SON no más. Fueron. Pero lo que importa, es que ese “las cosas van a pesar de nosotros”, no nos pisotee tanto que no queramos pararnos.

La suerte cambia......................................................................................................................................
A todo esto, que las cosas no son tan malas, se reveló ante mi mirada incrédula de fe el viernes.
Cuando en lo que pensaba sería otro capítulo más de una semana atroz, caminaba con el pelo mojado, fiebre, cansancio, frío y una lluvia torrencial, por la pasarela de San Joaquín. Eran las 6 de la tarde y estaba oscuro. Cuando iba en la mitad del camino hacia U, se me había acabado la pila del pendrive, dejando “November Rain” a la mitad. Putié, y pensaba todo el rato en lo que decía la canción y adecuaciones huevonas. Puta que estaba triste. Peeeeeeeeeeeeeeeeeero, cuando pasaba por la mitad de la pasarela, (vuelvo al inicio), las gotas de la lluvia caían en los foquitos que están en las orillas del pasaje, saltando tal cual luciérnagas que juegan a arrancar. Era muy lindo. Eso acontecía cuando de pronto vi algo que brillaba en el suelo. Pasé por encima, pero algo me hizo parar mi paso rápido para devolverme. Me agaché y vi que eso que brillaba en el suelo, era nada más y nada menos que una cruz. UNA CRUZ!!!!.
Quedé tan tan taaaaaaaaaan impresionada, que la agarré, y no fui culo de mirarla bien. La apreté fuerte y me la llevé al bolsillo. Ahí ya no pude pensar más.
¿Era una señal?... Estoy convencida que sí. Dios me miró. Me abrazó y me dio tranquilidad y una mano amiga que yo le había negado.

La semana “yeta”, terminó convirtiéndose en un episodio Epifánico de mi vida. Fue a otro nivel. Fue paz. Fue una tremenda señal. Fue increíble. Fue, definitivamente, un vamos con sonrisa, fe y ánimo porque las malas rachas y penas se van, pero tú quedas. Y si ese tú está dispuesto a dejar, pararse y seguir feliz, es porque las epifanías fueron escuchadas…

ESTA NO LA CUENTO 2 VECES. Amén.